Formarse como danzaterapeuta es mucho más que adquirir una profesión: es un camino de transformación personal y una herramienta poderosa de servicio a los demás.
Vivimos en una sociedad donde el cuerpo suele quedar relegado, olvidando que en él habita la memoria, la emoción y la posibilidad de sanar. La danzaterapia recupera ese lenguaje esencial, integrando movimiento, conciencia y expresión como medios para acompañar procesos terapéuticos profundos.
Al formarte como danzaterapeuta:
Formarte en danzaterapia es abrir la puerta a una vocación profundamente humana: acompañar a otros en su camino de reconexión consigo mismos, con la vida y con el sentido de pertenencia a algo mayor.